Dada la magnitud y la influencia de la historia que se encuentra registrada, Italia, como la conocemos, es un país sorprendentemente joven. Durante siglos, la región se dividió entre poderosas ciudades-estado (y algunas veces guerreras), cada una con su propia identidad, cultura, fortuna e influencia. Algunas son eternamente famosas. Roma es la cuna de la historia y el corazón de la religión; la super cool ciudad de Milan es un centro de moda y diseño contemporáneo; Florencia es sinónimo del Renacimiento y de todas las artes de la época.
La historia de Turín es posiblemente menos romántica. La pequeña ciudad de Saboya, una región del norte de Italia que limita con Francia, ha establecido una identidad como potencia industrial. Es el hogar de FIAT y de algunas de las mejores universidades de Italia; las calles están salpicadas de obras de Nervi, Botta y Rossi. Pero a pesar del pedigrí de diseño, tal vez nada ilustra mejor la historia de la región que Castello di Rivoli.
Castello di Rivoli es un edificio sin tiempo y sin un arquitecto, o, para ser más precisos, es un edificio de muchas edades y muchos arquitectos. Su emplazamiento en la ladera al noroeste de la ciudad lo ha hecho estratégico y defendible; la primera mención de una estructura en el sitio se remonta a 1159. A lo largo de la Edad Media, el castillo pasó por generaciones de diversos y venerables propietarios, hasta su primera reconstrucción formal a finales del siglo XVII.
Bajo las manos del dúo de arquitectos padre e hijo Francesco Paciotto y Domenico Ponsello, el castillo se transformó de una fortaleza defensiva a una mansión de lujo. Fue de corta duración: partes del complejo fueron quemadas por los franceses en un conflicto apenas unos años después de la reconstrucción.
Los años de adolescencia de Castello di Rivoli fueron bastante dramáticos. Los diseños de Filippo Juvarra eran ornamentales y dominantes, inspirados por la grandeza y el simbolismo de Versalles. Al igual que el palacio parisino, Castello di Rivoli sería la manifestación construida del poder del recién coronado rey de Sicilia, Vittorio Amadeo II. Las alas simétricas estaban unidas por un atrio cavernoso y bordeadas por salones y residencias. Envolviendo el patio, las columnatas se transformaron en el telón de fondo de muchas historias, escenario de escándalos e intrigas.
Sin embargo, solo se realizaron algunas partes. La detención de la construcción aún es visible hoy en día: en la entrada aun se encuentran algunas bases esperando por sus columnas y aun podemos ver escaleras que nunca llegaron a su destino.
Carlo Randoni, el próximo arquitecto que se hizo cargo del proyecto, tenía otras influencias en mente. Aún se puede encontrar en el segundo piso del castillo un cuarto estilo inglés muy popular en esa época, una evidente influencia de cuando la Revolución industrial hizo crecer la economía de Inglaterra. Fue en esta ocasión que la gran escalera que tanto esperaba Filippo Juvarra fue finalmente construida.
El poder de Savoy como sede del Reino de Cerdeña disminuyó a fines del siglo XIX. La región fue anexada por Francia durante las Guerras Napoleónicas y, en 1861, perdió más importancia soberana cuando la unificación de Italia disolvió las fronteras regionales del poder.
Al igual que el Reino de Cerdeña, fue el Castello di Rivoli.
Castello di Rivoli cayó primero en un estado de insignificancia, para luego transformarse en tan solo ruinas. Solo 100 años después, su destino finalmente mejoraría. Andrea Bruno, un arquitecto de Turín, recibió el encargo en 1961 de comenzar las renovaciones en el Castello como celebración del centenario de la unificación de Italia. El presupuesto inicial cubrió solo reparaciones estructurales básicas, pero a medida que la década continuó, Bruno avanzó con la renovación, demolición y construcción. Las reformas se completaron en fases (1984 y 1986) conmemoradas en las paredes del propio Castello.
El trabajo de Bruno no solo revitalizó el Castello para la era moderna, sino que combinó y elevó los diseños de sus predecesores. Se reconstruyeron los apartamentos de Juvarra y se restauraron las habitaciones de Randoni. El atrio inacabado durante mucho tiempo no se completó, pero se mejoró, introduciendo, incluso antes de entrar al museo, a los visitantes a conocer las historias en capas de la estructura del castillo.
De hecho, las propias adiciones de Bruno establecen un diálogo constante con el pasado del edificio. Los materiales y la decoración son meticulosamente precisos al pasado, o descaradamente contemporáneos. La circulación práctica (es decir, escaleras y ascensores) se exterioriza permitiendo a los visitantes ver el castillo mientras se mueven entre espacios. En un caso particularmente dramático, los visitantes en busca de una visión general pueden entrar a un volumen de cristal que sale de una de las fachadas de ladrillo.
El Castello hoy es un museo de arte contemporáneo; una mezcla perfecta entre el pasado y el presente que se revela en sus espacios. El edificio es un estudio en capas de la historia que, a su vez, alberga exposiciones que buscan dar sentido al presente y al futuro del arte. La renovación es, en el mejor de los casos, técnicamente desafiante, pero una gran renovación eleva las edades de la arquitectura en armonía. El cuidadoso trabajo de Andrea Bruno en el Castello di Rivoli no solo cuenta la historia de un edificio, sino también de las personas que por allí pasaron disputando y luchando por poder y gloria. Puede que este proyecto no sea convencionalmente elegante, pero es profundamente significativo.